Por mucho tiempo la disciplina se ha manejado como una forma de controlar o ejercer el poder hacia los hijos, para conseguir que ellos identifiquen a la autoridad y se logren ciertos objetivos impuestos por esa misma autoridad.
Sin embargo, esta forma de entender la disciplina no hace mas que alejar a los hijos de los padres, dañando la relación y comunicación entre ellos, así como el desarrollo del propio adolescente.
AUTÉNTICA FINALIDAD DE LA DISCIPLINA
El fin principal de la disciplina es que el adolescente vaya madurando a través de su proceso de aprendizaje; que logre un mayor autocontrol, una convivencia armónica con su entorno, que consiga identificar sus fortalezas y áreas de oportunidad por desarrollar.
La tarea de los padres es, en ese sentido, ser guía y orientación en el camino a la autonomía de su hijo o hija adolescente. Y ese rol de guía, lo tendrán los padres hasta que el adolescente tenga la madurez suficiente para ser su propio conductor.
Las reglas y la disciplina son el marco de referencia que necesita todo adolescente para medirse y autorregularse. Incluso cuando rompe las reglas y hay consecuencias a su conducta, los chicos logran identificar los límites, lo cual les ayuda a orientarse. Al mismo tiempo, les da una sensación de seguridad y de que sus padres los cuidan.
¿CÓMO LOGRARLO?
Para establecer las reglas y la disciplina se requiere de un marco de respeto, de amor y de comprensión en la familia; de esa manera, el adolescente aceptará más fácilmente cooperar y asumir compromisos, lo cual generará confianza hacia él.
Para ello, los padres habrán tenido previamente que ponerse de acuerdo en cuáles serán esas reglas y límites, para entonces planteárselas de manera clara y firme al adolescente, dándole de esa forma guía y certeza. Por ejemplo, si se le dejó ir al cine, habrá que decirle la hora exacta en la que deberá regresar a casa y mantenerse ambos padres firmes en su decisión.
Ahora bien, si permitimos que el adolescente participe al momento de definir la falta, así como lo que será consecuencia de dicha falta, él mismo estará consciente de su conducta, y, por lo tanto, de su responsabilidad en las diferentes situaciones. Por ejemplo, si llegó del cine más tarde de la hora acordada, entenderá, aunque no le agrade, por qué no tiene permiso para ir al cine la próxima vez, y en lo sucesivo, tendrá más cuidado de respetar los acuerdos.
Es importante que la consecuencia sea inmediata y corresponda a la magnitud de la falta. Se trata de que el adolescente reflexione sobre su conducta y la consecuencia de esta, NO de generar daño en él.
Otro aspecto importante es estar claro como padre, en las batallas que habrá que lidiar con el hijo, cuáles valen la pena y cuáles no. En cuestiones importantes, es necesario confrontar al hijo de manera firme y clara, mientras que en otras situaciones de poca trascendencia, valdrá la pena hablar y buscar solucionar conjuntamente la situación o negociar.
Al establecer una regla y su consecuencia con nuestros hijos adolescentes, es importante ser firmes en su cumplimiento, a pesar de que el chico se enoje o ruegue. También mantenerse tranquilo y sereno al hablarle, ayudará a que comprenda que lo erróneo fue su conducta y no él o ella como persona, pues siempre contará con el cariño y el respeto de sus padres de manera incondicional.
Asimismo, al hablar de la conducta errónea, debe ser de manera clara, concreta, buscando que analice lo que sucedió, cuál fue su participación en ello y la consecuencia de sus actos.
SEAMOS CONGRUENTES
Es fundamental ser constantes y congruentes al aplicar las consecuencias, en caso contrario, confundimos al adolescente y damos poca credibilidad a la disciplina que se ha establecido.
Los golpes y gritos NO son un método de disciplina, sino incapacidad del adulto de manejar situaciones en las cuales se siente rebasado. Si deseamos que nuestros hijos se comporten adecuada y responsablemente, tenemos que modelar y practicar la AUTODISCIPLINA, dominar los impulsos violentos y respetar a los demás.
Los adolescentes necesitan disciplina y límites con claridad y afecto. Renunciar como padres a ejercer la autoridad y dejar que hagan lo que quieran para evitar conflictos, sólo les generará dificultades para relacionarse de forma respetuosa con otras personas y no aprenderán a dirigir su conducta. Más aún, si la autoridad se ejerce con violencia y maltratos, se puede dañar seriamente su autoestima y limitar sus capacidades.
Orientar al adolescente para ejercer su autonomía y ayudarlo a lograr sus objetivos, es una de las tareas que los padres tienen, hasta que los hijos logren la madurez necesaria para ser su propia guía. Y la disciplina es una herramienta fundamental para lograrlo.
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