El psicodiagnóstico integral es un estudio muy completo, mediante el cual se evalúa al niño o adolescente en todas las áreas de su desarrollo: Intelectual, cognoscitiva, percepto-motora, de lenguaje, emocional, familiar y social; para determinar el origen y las características del tipo de problema o dificultad que presenta, así como el tratamiento más adecuado en su caso. Es como realizar un “check up” médico, pero en el ámbito de lo psicológico.

El neurodesarrollo se refiere a las capacidades que podemos observar en nuestros pequeños y que son susceptibles de evaluación, para corroborar que el proceso de maduración de su sistema nervioso se esté llevando a cabo adecuadamente. Esto lo podemos observar a través de las habilidades, conocimientos y funciones que el pequeño muestra antes de los tres años de vida.

La evaluación del neurodesarrollo nos permite determinar si hay alguna alteración, y en su caso, actuar oportunamente para disminuir el impacto de la misma.

Esta evaluación se realiza cuando es necesario recabar información a detalle de las áreas involucradas en el aprendizaje.

Nos permite identificar las necesidades educativas del niño o adolescente, a fin de apoyar su desarrollo académico. Mediante esta evaluación, podemos establecer cuáles son sus capacidades, determinar el nivel en el que se encuentra y las oportunidades de apoyo que le podemos ofrecer.

La gama de problemas del área emocional es muy amplia y, por lo mismo, difícil de clasificar. Ante un mismo evento o circunstancia, que podríamos considerar desestabilizadora –como un cambio de escuela o de residencia, el divorcio de los padres o el alejamiento de alguno de ellos, la enfermedad o muerte de algún familiar, el nacimiento de un nuevo hermanito, etc.-, cada niño o adolescente reacciona de manera particular, en función de sus antecedentes, condiciones y características personales. De tal manera que, lo que para uno puede resultar traumático, para otro puede ser sólo un mal momento que se supere con relativa facilidad.

Entonces, ¿cómo saber si tu hijo o hija está siendo afectado(a) emocionalmente por alguna situación y si debes, por lo tanto, consultar a un especialista?

Si te preocupa que ha comenzado a presentar uno o varios de los siguientes síntomas: Se ha vuelto muy rebelde y desafiante, no respeta límites; manifiesta mucha ansiedad o inseguridad; presenta miedo extremo ante ciertas cosas; han cambiado sus hábitos, come o duerme mal, tiene pesadillas; se muestra más irritable, intolerante, enojón y peleonero que antes o, por el contrario, más tímido y retraído; ha perdido interés en las cosas, se muestra desmotivado, triste, deprimido, expresa con frecuencia que nadie lo quiere, ha llegado a lastimarse o incluso ha expresado que ya no quiere vivir… Lo mejor será que consultes la opinión de una especialista en psicología infantil y juvenil, ya que es muy probable que tu hijo esté atravesando por un problema de tipo emocional.

Nos referimos a problemas de conducta, cuando el niño o adolescente es muy rebelde, no sigue las normas e instrucciones, no respeta los límites, es retador y desafiante con la autoridad, y reacciona con intolerancia y agresividad, ya sea en casa, en la escuela y/o en otros contextos, llegando a causar severos problemas e incluso a afectar toda la dinámica familiar.

Si sientes que has probado todo y que nada te funciona, es probable que los métodos de crianza que estés empleando sean ineficaces, aunque también es posible que tu hijo o hija esté manifestando, a través de su mala conducta, un malestar emocional que no puede expresar con palabras.

En cualquiera de los casos, permite que sea la especialista en psicología infantil y juvenil, quien determine la causa del problema y te ofrezca una solución.

Si temes que tu hijo o hija haya sufrido o aún esté sufriendo abuso sexual o maltrato, no te angusties ni pretendas resolver el problema sin ayuda profesional. Recurre a un especialista en el tema, quien sabrá manejar la situación con el profesionalismo, la sensibilidad y delicadeza que amerita.

Nadie conoce mejor a un niño o adolescente que sus propios padres. Si estás sospechando que haya sido víctima de abuso sexual o maltrato, es muy probable que hayas notado en él o ella, alguno o varios de los siguientes síntomas: Expresa miedo o ansiedad extremos; se muestra desconfiado, agresivo u hostil; tiende a aislarse y denota tristeza o depresión; presenta conductas sexuales inapropiadas para su edad; reacciona con culpa o vergüenza; se queja de dolores o malestares sin que haya causas orgánicas; presenta conductas regresivas (de etapas anteriores del desarrollo); han cambiado sus hábitos, actitudes o intereses sin razón aparente; ha bajado en su desempeño escolar de manera repentina, entre otras posibles manifestaciones.

Comprende que, independientemente de su edad, un trauma por abuso sexual o maltrato, no será algo que «borre el tiempo» o que pueda superar por sí mismo(a), y busca cuanto antes apoyo profesional.

Existe una amplísima variedad de dificultades de aprendizaje, que tú puedes estar detectando en casa o que el colegio te puede haber reportado. Entre las manifestaciones más comunes que requieren de la intervención de un especialista, se encuentran las siguientes: Dificultades en la lectura y la escritura, problemas con las matemáticas, deficiencias de percepción, atención, concentración o memoria, confusión con las nociones de tiempo y espacio, madurez insuficiente de acuerdo a la edad, o bien, rendimiento escolar que no corresponde a su capacidad intelectual.

También podría tratarse de un simple “desfase” en el aprendizaje, que pueda ser resuelto mediante un adecuado programa de regularización escolar. Lo anterior podrá ser determinado por la especialista en psicología infantil o juvenil, después de realizar la valoración correspondiente.

Los problemas de lenguaje pueden manifestarse con un retraso en la adquisición del lenguaje, o bien, con dificultad en el niño para comprender lo que se le dice, limitación para expresarse verbalmente o fallas en la articulación al hablar; situaciones que pueden repercutir en su aprendizaje en las etapas preescolar y escolar, especialmente en lo que respecta a la adquisición de la lectura y escritura, pudiendo también afectar su desarrollo emocional y social.

Dado que la especialista conoce muy bien las etapas del desarrollo que corresponden a cada edad, mediante la valoración correspondiente, podrá determinar el origen del problema y brindar el tratamiento necesario en cada caso específico.

Un adecuado desarrollo de la psicomotricidad, influye de manera determinante en el proceso de aprendizaje, así como en la socialización y el bienestar emocional del niño.

A pesar de ser muy amplia la clasificación de los problemas psicomotores o psicomotrices, generalmente los padres pueden percatarse de su presencia, cuando observan en sus hijos una o varias de las siguientes características: Retraso en la adquisición de ciertas habilidades como sentarse, pararse, caminar, etc., con respecto a otros niños de su edad; dificultad para reconocer, mostrar o nombrar las diferentes partes de su cuerpo; evidencia de debilidad motriz, falta de tono muscular, torpeza en los movimientos o falta de coordinación.

Cada día son más frecuentes los casos de niños, niñas y adolescentes, que sufren trastornos de la alimentación o de tipo alimentario. Desde niños que prácticamente no comen o que son sumamente selectivos en la aceptación de alimentos, o aquellos que comen en exceso presentando problemas de sobrepeso, hasta situaciones más graves como la anorexia y la bulimia, que ya no sólo se presentan en adolescentes, sino también en niños de ambos sexos, incluso desde los 8 o 9 años de edad.

El hecho de que los niños y adolescentes presenten dificultad para conciliar el sueño, despierten a media noche llorando o demandando la presencia de sus padres, manifiesten tener pesadillas, se sienten o incluso caminen dormidos, pueden ser consideradas situaciones normales, siempre y cuando se presenten de manera ocasional o temporal, a consecuencia de algún acontecimiento que les pueda haber provocado intranquilidad o cierto impacto emocional.

Sin embargo, cuando estas irregularidades en el ciclo de sueño prevalecen con el paso de los días, afectando también su funcionamiento en otras áreas (académica, familiar o social), es necesario que los padres consulten a un especialista, ya que pueden estar frente a un trastorno del sueño, difícil de manejar por sí mismos.

El llamado Trastorno por Déficit de Atención, con o sin hiperactividad (TDAH), es un problema que parece estar de moda y que representa un verdadero peligro para nuestros niños en la actualidad, por el abuso que se está ejerciendo, tanto del diagnóstico, como de la medicación (que sólo disfraza los síntomas), sin conocimiento pleno de los efectos secundarios que las “etiquetas” y, sobre todo, los medicamentos psicotrópicos, pueden provocar en los niños a mediano y largo plazo.

Si te han comentado en la escuela que tu hijo o hija puede tener TDAH o si algún médico te ha asegurado que lo padece -después de sólo haberte aplicado un simple cuestionario-, permítenos evaluar a fondo la situación y ofrecerte un tipo de tratamiento alternativo a la medicación, sin riesgos para la salud de tu hijo y con efectos positivos duraderos en su desarrollo.

Cuando hablamos de «necesidades especiales», nos referimos a ciertos trastornos neurológicos o afecciones del sistema nervioso central o periférico, que pueden ser de origen congénito, o bien, producirse a consecuencia de sufrimiento fetal, infecciones o traumatismos severos, entre otras causas.

Aunque esto pudiera generar discrepancias de opinión entre diferentes especialistas de la salud mental, en psii incluimos en esta clasificación situaciones tales como: Inmadurez del desarrollo, inmadurez neurológica, dificultades visuales o auditivas, lesiones cerebrales en distinto grado, discapacidad intelectual, Síndrome de Down, Síndrome de Asperger y trastornos del espectro autista (TEA).